Mi cabeza se va lejos. Miro el papel en blanco. Las historias se amontonan en mi mente, empujándose unas a otras, pero no sé cómo empezar. La primera frase siempre es la más difícil.
—No pierdas el tiempo con estas tonterías —dice una voz dentro de mí—. No sirves para escribir. ¿No ves que no tienes talento? Sé práctica. Tienes que planchar, ordenar los armarios. Hay tantas cosas por hacer, y tú aquí, empeñada en escribir. ¿Quién te crees que eres?
Miro por la ventana. Veo, pero no veo. Escucho, pero no escucho.
Otra voz se suma, más cansada, más resignada.
—Siempre la misma historia. Que si deberías hacer esto, que si las mujeres tienen que encargarse de aquello… Qué pesada. Déjate de cuentos. Ponte una serie, relájate. Y, de paso, en la cocina quedan unas galletas de chocolate. No se habrán acabado. Imagínate: sofá, serie, galletas. Perfecto.
—Claro, tú animándola a no hacer nada, y yo intentando que se ponga en marcha. Vaya ayuda. Cállate, no molestes.
—Solo digo que descanse. Ha sido una semana dura. Mucho trabajo, muchas exigencias. No todo en la vida es hacer, hacer, hacer. También hay que vivir. Eres una amargada.
Inspiro. Las voces recorren mi cuerpo. Me siento cansada. Me siento inmóvil.
Entonces llega Princesa. Se sube al escritorio de un salto y se tumba sobre el papel. Se restriega con la cabeza contra mí. Es tan cariñosa… Sus ojos verdes me miran como si supieran algo. Su pelo negro brilla.
“Me gusta cuando escribes”, parece decir. “Tienes una energía bonita. Escribir te calma, como a mí el ronroneo. Tu cuerpo se relaja. Se nota el calor que sale de ti.”
La acaricio. Ella ronronea. Vuelvo a mirar el papel. Las palabras empiezan a salir, sin apuro, suaves, como el agua de un manantial. Es agradable. Me fluye. Princesa me mira. Es como si entendiera cómo me siento, como si estuviera contenta por mí.
¿Entienden los gatos lo que sentimos?
Escribo y me vacío. Escribo y me lleno. Sonrío. Las voces se han callado. Por ahora. Solo quedan el ronroneo de Princesa y el sonido de mi bolígrafo. El tiempo parece detenerse. Todo está en pausa. Siento esa vibración en mi mano. Escribo, borro, vuelvo a escribir. Y disfruto.
Marta Tadeo Gomez (categoria adults)