Con una creciente espiral en el estómago
y un aura de valor que no me creo,
me envalentono, cojo todo el aliento para decirle: te quiero.
Por unos instantes, se detiene mi corazón. Me quedo a cero.
Y de repente, bum, un latido que me hace estallar el pecho.
Y como un rayo, bum, uno más. Van dos.
Tres segundos tardó en contestar y mis cinco sentidos se detuvieron,
al escuchar su reciprocidad.
Ocho días después, sigo sin acostumbrarme,
y al décimo tercero, lo asimilo.
Veintiuna palabras le dije aquella noche,
y aún, a treinta y cuatro años vista,
no me he arrepentido.
Cinco y cinco lenguajes del amor,
del neurodivergente, y el neurotípico,
y todos los expreso contigo.
Ochenta y nueve veces te he elegido,
incluso en los días en que no sabía cómo sostenerme.
Incluso cuando el mundo se volvía ruido,
tú eras la nota que lo ordenaba todo.
Y si hubiera ciento cuarenta y cuatro tipos de amor diferentes,
todos sabemos que somos este:
el que no necesita demostraciones,
el que abraza sin razones,
y el que despierta de verdad nuestros corazones.
El que queda cuando pierdes tu magia,
el que queda cuando no te quedan ganas,
el que queda cuando todos se marchan,
el que queda cuando no queda más nada.
Y con las doscientas treinta y tres palabras que dura el relato,
solo quiero decirte claro: te amo.
Roberto Adrian Hernando Tamayo (Categoria adults)