“Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad”. Sir Arthur Conan Doyle.
Una ínfima posibilidad
Llevaba largo tiempo pensando en la insignificancia del ser humano -una humilde gota en el océano inabarcable del tiempo y una simple mota en la vasta alfombra de la galaxia-; contemplando, noche tras noche, aquellas estrellas que titilaban antiguos sueños convertidos en polvo sideral, desmenuzados tras incontables eones. Tan solo nos muestran un pálido y evanescente rostro.
Cometas que fulguran, como nosotros, en el crepúsculo melancólico de la atmósfera que nos protege del vacío -pero que no evita que aquel se adentre en nuestro pensamiento más íntimo, haciendo que temblemos como hojas sin rumbo definido-.
Y me hizo sentir una angustiosa soledad más allá de toda descripción; la cual es, en ocasiones, una losa cuya pesadez es demasiada para mis ignorantes hombros, cual lápida marmórea que tan solo esconde decrepitud y olvido.
Y cerré los ojos, intentando sobreponerme a aquel vértigo cósmico; es el suyo un efecto tan descorazonador, que tardo largas horas en recuperarme de su influjo.
E intento aferrarme a algún ancla en la inmensa bahía de la nada, intentando escuchar las respuestas, aguzando el oído, en una cueva lóbrega donde solamente resuena el eco de la voz del silencio. Sus paredes son cambiantes y resbaladizas, pues es imposible permanecer en ella más que un instante.
Aunque, cuanto más perdido me encuentro y más inquieta se halla mi alma, noto las manos de ella sobre las mías y enfoco de nuevo mi perdida mirada tras vagar en los siempre procelosos mares del infinito.
Entonces, ¡cuánta dicha siento por haberla encontrado, yo, un simple náufrago en la incesante marea de la eternidad!
Pues en la vastedad del tiempo y en la inmensidad del espacio, sus ojos azules son como dos faros que iluminan mi existencia, emitiendo un resplandor que tranquiliza mi perturbado espíritu; de ellos emana una radiante dicha, pues demuestran que somos una bendita coincidencia; entre un océano de hipótesis y un millón de probabilidades, hemos logrado coincidir en un determinado punto entre la incesante vorágine del universo y las eras periclitadas y venideras. ¡Una bendita e ínfima posibilidad!
Y la contemplo largamente; se halla recortada su figura con unas delicadas tijeras, sobre el exiguo lienzo de la existencia que nos ha sido dada compartir.
Oscar Sánchez García (categoria adults)